3.17.2008

VIEJOS CON ONDA

En los 50s, Juan Amenábar, hizo sonar un piano como un sintetizador,
usando cinta y tijeras. José Vicente Asuar, construyó su propio computador
en los 70s con fierros y cautín. Todo para que ahora muevas las patitas.
La prehistoria de la electrónica chilena
"Con Amenábar nos conocimos porque estudiábamos con el mismo profesor de composición. Habíamos formado un grupo para hablar de música y hacer conciertos doctos. Casi todos éramos estudiantes de música e ingeniería. Ahí estaban Juan Amenábar, Fernando García, León Schidlowsky, entre otros. Ese grupo pasó a llamarse Taller Experimental del Sonido y funcionaba en la Católica en 1956". El que habla es el otro, José Vicente Asuar. El primer músico electrónico de Latinoamérica. Él y Juan Amenábar (1922-1999) fueron los pioneros en la manipulación de sonidos a través de las máquinas, en una época en que en Chile no existían las máquinas. Una época en la que un sintetizador ocupaba toda una pieza. Y no eran tipos copiando lo que se hacía al otro lado del Atlántico. Eran verdaderos compositores creando nuevos sonidos a través de una precaria tecnología. Vanguardistas que trabajaron en Chile, a la par de íconos de la experimentación electrónica y la música concreta, como Karlheinz Stockhausen, Werner Meyer-Eppler, Pierre Henry y Pierre Boulez.
En 1953, Fernando García viajó a París y volvió con la noticia de un incipiente movimiento: la música concreta. O sea, música donde se graban y manipulan sonidos reales: el chirrido de una puerta, una gota que cae, una risa. Así se inventó todo el lenguaje de la electrónica actual. Loops, cut and paste, cintas al revés, variaciones de velocidad, filtros, reverberaciones, paneos, ecos, dilaciones. Lo mismo que hoy se logra apretando una tecla del PC, pero con cinta perforada y tijeras. Boulez, uno de los pioneros de esta tendencia, llegó a Chile el '54 y se reunió con los del taller experimental. Asuar - hoy de 69 años, 21 entonces- recuerda: "Nos contó lo que hacía y sentí una gran curiosidad. Era una música con mucha libertad para la imaginación. Descubrir que hay tantos sonidos en este mundo y tantas maneras de obtenerlo era un nuevo universo, una nueva América con un Colón encima de sus carabelas, descubriéndolos y tratando de civilizarlos. Esa fascinación hizo que nosotros comenzáramos a experimentar".
Los Peces (1957) fue el primer gran resultado de esa experimentación. "Lo hizo Juan Amenábar en la radio Chilena, con la ayuda del radio controlador. Cuando terminaban las transmisiones de la radio, como a la una de la mañana, llegábamos a trabajar con sus equipos. Amenábar, que programaba música clásica en esa radio, tocaba el piano, lo grabábamos y a medida que el sonido decaía, lo compensábamos con el potenciómetro (control del volumen) para dejar el sonido estable en cuanto a intensidad, y luego le cortábamos el ataque (inicio del sonido). Entonces descabezábamos el sonido y uníamos la cola con el tronco descabezado y creábamos así una cinta sin fin (loop). Eso pasaba por los cabezales de la reproductora y entonces lo grabábamos en otra cinta. Obteníamos así tonos de duración indefinida y el sonido no parecía de piano. La parte rítmica la trabajó íntegramente Amenábar", cuenta Asuar. Así lograron que el piano sonara igual que un atmosférico sintetizador moderno, pero sin botones. Solo tijeras, precisión, matemáticas, cinta e ingenio. Los Peces es considerado el primer disco electroacústico de Latinoamérica. Lo cierto es que, con un sonido de menor calidad, León Schidlowsky ya había grabado Nascimiento en 1954. García precisa: "Con León lo grabamos en mi casa, de manera muy precaria. Él me pedía que le llevara tarros y una bacinica donde gritaba. Recuerdo que cuando mi mamá entró y lo vio, pensó que estaba loco". Precariedad y locura que dejó al disco -oficialmente- fuera de los registros.
Werner Meyer-Eppler Vino a Chile el año 1956. Era un técnico y científico de la Universidad de Bonn que prácticamente inventó la música electrónica en Alemania, creando varias máquinas. Cuando estuvo acá, conoció a los hombres del Taller. "Estuvo como una semana en la cual yo no lo dejé tranquilo", cuenta Asuar. Y sigue: "Ahí en una mesa nos comunicábamos a circuito y fórmula pura. Él hablaba un poco de español y yo un poco de alemán, pero básicamente hablábamos matemáticas. Me enseñó la parte técnica de lo que estaban haciendo en Alemania, los fundamentos básicos en la construcción de un instrumento electrónico. Ahí me metí directamente en la parte de los alambres". Asuar escuchaba, partía a la ferretería, compraba fierros y tubos (ya que no existían los transistores) y se ponía a trabajar con el cautín para construir sus propias máquinas. Al mismo tiempo, en 1958, montó en la UC el primer laboratorio electrónico musical de Latinoamérica. Luego creó otro en Alemania (60) y Venezuela (66). Todo este trabajo culminaría con la creación de su obra magna: Compdasuar o Computador Digital-Analógico Asuar, el primer computador chileno. Una maquinita que Asuar demoró tres años en construir y programar, y que tenía 7 kilobytes de memoria. Menos que un celular. Pero hacía música. Con él grabó el vinilo Así habló el computador en 1979. El primero de su clase.
Magdalena, hija de Juan Amenábar, también recuerda: "Mi papá en ningún caso era perilla, no era de esa gente que enloquece con la tecnología. La encontraba necesaria, pero no sin que existiera la música de instrumentos de fondo. Siempre nos decía: 'que suene la máquina no significa que sea una proyección de ti'. Él me enseñó que los instrumentos no se venden porque tienen un espíritu que se cría con la proyección del instrumentista". Esta es la imagen que más recuerda de su padre: sentado al piano, fumando, de madrugada, tocando una nota o haciendo sonar un intervalo miles de veces. "Lo hacía sonar y lo hacía sonar, y después hacía crecer ese intervalo, lo devolvía y lo hacía sonar de mil maneras. Lo escuchaba hasta en sueños", confiesa Magdalena.
"Los franceses graban el sonido de un martillo. Los alemanes sacan la frecuencia del martillo y reproducen el sonido con máquinas", así el músico Santiago Vera, quien fue alumno de Amenábar y reeditó sus obras y las de Asuar, explica la diferencia entre ambas escuelas. Asuar era el electrónico, el alemán perilla, mientras que Amenábar era el electroacústico, el francés amante de los instrumentos. Electrónico y concreto. Asuar y Amenábar. Dos tipos que partieron trabajando juntos, pero que desde 1968 comenzaron a recorrer caminos por separado. Hasta que dejaron de hablarse. Santiago Vera: "Yo era amigo de los dos. Cuando hicimos el lanzamiento de sus discos, no los hice sentarse juntos porque era tonto hacerlo. No se hablaban, aunque Amenábar hablaba muy bien de Asuar en sus clases". Eliana Folch, viuda de Amenábar: "Lo que pasó es que Asuar, de alguna manera, se arrinconó en el estudio de la Chile y no dejaba entrar a nadie. Todo lo contrario a lo que hizo Juan". La versión de Asuar es distinta: "Cuando me pidieron crear Tecnología en Sonido en la Chile, le propuse a Amenábar que trabajáramos juntos, pero él reaccionó muy extraño, como indiferente. Después, me mostraron una carta de Amenábar donde él se ofrecía para hacerse cargo de la nueva carrera".
En la universidad Técnica de Karlsruhe, Alemania, hay una placa que dice "José Vicente Asuar". Lo recuerdan, en vida, como recuerdan póstumamente en la U. de Chile a Amenábar. "Creé un estudio de grabación el '60 que todavía existe, mientras estudiaba y trabajaba. Volví a Berlín el año '82 a hacer una obra y pregunté si existía un estudio de música electrónica. Cuando me presenté me dijeron 'ah, usted es don José Asuar' y me llevaron de inmediato con el director, que estaba emocionadísimo de que yo hubiese regresado". Asuar estuvo a cargo de la carrera de Tecnología en Sonido que él mismo creó en la U. de Chile hasta el '77. Luego creó su computador y se radicó en Europa. Mientras tanto, Amenábar editó Juegos (1976), la última de nueve obras electroacústicas. En los '80s, se dedicó a la docencia en la U. de Chile donde fue Director del Departamento de Música y Sonología, y a componer obras vocales y de cámara. "Hasta en los colegios de Argentina se pasa el nombre de Juan Amenábar como un pionero en la música electrónica de Latinoamérica y acá solo las universidades mantienen esa tradición", cuenta Magdalena Amenábar. Fue en Buenos Aires donde se hizo el primer homenaje póstumo a la obra de su padre.
"Cuando empezamos era como inventar la rueda, y ahora están en el jet", comenta Asuar. "Reconozco que hay cosas muy buenas y sonidos muy bonitos en el terreno más comercial de la electrónica, pero yo creo que los que inventé eran mucho mejores. Igual hay cosas finas, a veces escucho los discos de mi hijo y en ocasiones hay un sonido que me pongo a pensar ¿cómo lo consiguieron? Eso me pasaba mucho cuando empecé, antes había una especie de marca registrada en los sonidos. Cada uno se distinguía por los propios, y no le decías a nadie cómo los obtuviste". Hoy, en la Facultad de Artes de la Chile, los músicos y técnicos en sonido estudian juntos, como un legado silencioso de Asuar y Amenábar. Como para recordarnos que detrás de cada máquina, está la historia de un hombre.

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